DEMOCRACIA EN DEMOCRACIA
14 octubre, 2010 3 comentarios
Técnicamente, podemos decir que estamos en democracia. El pueblo elige a sus representantes cada cuatro años y ellos gobiernan por él.
Pero, ¿sabemos lo que votamos? Está claro que cuando vamos a la urna a meter la papeleta sabemos a que partido estamos votando, pero dudo que la mayoría de las personas que van a ejercer ese derecho tan importante tengan una idea clara del programa electoral del partido al que obsequian con su voto. Por desgracia, la mayoría de los votos se decantan por aspectos tan peligrosos como un color o una simpatía. Vienen condicionados por lo que se supone que representa cada partido, pero en realidad no tenemos ni idea de las políticas que van a llevar a cabo en el caso de que accedan al gobierno, entre otras cosas, porque no en pocas ocasiones, personas que se definen con seguridad dentro de una determinada ideología, desconocen las implicaciones prácticas de la misma en aspectos de política económica, exterior, social, etc,; conformándose y aferrándose a las líneas de actuación de “su” partido, que es el que defiende o representa “su” ideología.
¿Adónde nos lleva esto? A una democracia descastada, a una especie de mercadillo ambulante en el que la figura del “vendedor/a” la ejercen los medios de comunicación, acompañados de cierto adoctrinamiento escolar y de toda una parafernalia en la que solamente se nos muestra el envoltorio del producto que vamos a comprar.
Pero en todo esto nosotros no sólo somos las víctimas; somos también los principales culpables. Sí, porque si la democracia reside en el pueblo, es el pueblo el que debe protegerla. Porque unas elecciones no deberían ser un partido de fútbol en el que yo voto a “mi equipo”, porque entonces nos convertimos en marionetas dirigidas que se creen importantes, pero que son un simple peldaño para alcanzar el poder, un escalón de un material fácilmente maleable y acomodable.
Nosotros debemos construir la democracia a través de la exigencia; primero con nosotros mismos, estudiando los programas electorales de las diferentes alternativas políticas; y después, con los que quieren obtener nuestro apoyo, requiriéndoles claridad y concisión en sus promesas.
Yo quiero recibir en mi casa un programa político detallado de cada partido, y no un panfleto electoralista con un eslogan pegadizo y tres o cuatro divagaciones grandilocuentes de cómo mejorar el país.
Debemos tener esa información para poder decidir con objetividad sobre el sentido de nuestro voto, para exigir a nuestros representantes en el ejercicio de sus funciones el cumplimiento de las directrices pactadas y, para que en el caso de que tales líneas de actuación no sirvan, ser capaces de hacer un ejercicio de auto corrección y desecharlas por otras propuestas, bien sean del mismo partido al que votamos y que también rectifique, o de otro diferente.
Debemos implicarnos, y hacerlo con objetividad, desechando clichés adquiridos.
Mientras sigamos votando a un partido y no a un programa, dirigirán sus esfuerzos a manipularnos, y harán que nos adaptemos a ellos en lugar de adaptarse ellos a nosotros.
Mientras no podamos disponer de todas las propuestas, y seamos capaces de compararlas sin prejuicios, no gozaremos de democracia en democracia.
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